Cuando terminé la carrera de fisioterapia ya había pasado por mi primer episodio de ciática, postrada 1 mes con pensamientos suicidas de tanto dolor que sentía e inyectándome morfina en el abdomen para sentir algo de alivio.

Había recibido muchos tratamientos pasivos (masajes, manipulaciones, fisioterapia, osteopatía) y nada me mejoraba. 

Decidieron operarme porque yo le pedí al médico que me ampute la pierna, no podía vivir con ese dolor.

Sentía que la carrera de fisioterapia no me había aportado realmente una forma de analizar a las personas, sino que todo se enfocaba en tratar el síntoma a través de: masajes, estiramientos, ejercicios de fuerza, aparatología varia, calor, etc.

Luego empecé a estudiar osteopatía porque veía que tenía un enfoque más global pero no me convencía lo que “acomodar” articulaciones que luego se volvían a desacomodar cuando quitábamos las manos.

Yo sentía mucha frustración y buscaba la forma de generar cambios en mis pacientes pero que perduraran, ya que todo se perdía cuando quitaba mis manos.

Este camino de años de frustración mientras estudiaba muchos cursos de fisioterapia, fue de la mano de una lesión de rodilla cuando practicaba deporte. Auí empezó una búsqueda más profunda. 

Probé todos los fisios, quiropráticos, osteópatas, quiromajasistas, acupuntura, probé de todo… todos me trataban la rodilla de una u otra forma y yo no mejoraba.

Hasta que encontré el mundo de las técnicas basadas en neurociencia.

Y me metí de cabeza estudiar y poder generar cambios en el cerebro de mis pacientes para que sea el cerebro el que mande al orden de movimiento sano… BINGO!

Ahora me dedico a que los cerebros de mis pacientes controlen correctamente a sus cuerpos y eso es lo que hace la gran diferencia. No soy yo la que genera el cambio, es tu propio cerebro y ahí está la clave.